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¡Evangélicos decimos NO al indulto! Cinco cosas que no debemos creerle a PPK

Publicado: 2017-12-26

Por Alejandro Rivas

PPK por fin habló y lo hizo para justificar el indulto a Fujimori, una decisión que, según él, ha sido “la más difícil de su vida”. Lo más difícil de asimilar, sin embargo, es el impacto de este discurso, que consideramos perjudicial para la conciencia ciudadana. ¿La razón? Porque en él podemos hallar cinco atractivas pero dañinas afirmaciones que, de ser creídas, son capaces de distorsionar la memoria histórica de los peruanos y el verdadero significado de la democracia.  

Desde El Profeta venimos impulsando una toma de postura firme por parte de la ciudadanía evangélica en defensa de la democracia. Detrás de nuestro análisis de las diversas posiciones que asumen los evangélicos en la esfera pública, consideramos de suma importancia que los evangélicos puedan discernir el bien del mal en estos tiempos de crisis política, a fin de lograr la reforma moral que necesita nuestro país. Pasemos ahora analizar lo dicho por PPK.

1. “El indulto fue hecho por razones humanitarias”

Nos guste o no nos guste, un indulto por razones humanitarias es posible si se da conforme a ley; y la ley existe para controlar el uso caprichoso del poder. 

PPK dice haber presenciado el deterioro gradual de Alberto Fujimori. Pero lo gradual parece haber sido la estrategia que ideó para liberarlo.

Los hechos no mienten, pues ellos nos advierten de la presencia de irregularidades en el otorgamiento del indulto: 1) En octubre de este año se modificó la composición de la Comisión de Gracias Presidenciales (Resolución Ministerial N° 0249-2017-JUS) y se nombró un nuevo Secretario Técnico. 2) Ya ha sido comprobado que, de los tres médicos que componen la junta médica que evaluó el caso del ex presidente, uno de ellos era el médico de cabecera de Fujimori. Esto fue posible debido a que el Minsa emitió una directiva señalando los nuevos lineamientos para la designación de los profesionales médicos que conforman la junta médica penitenciaria en casos de gracias presidenciales por razones humanitarias, la cual se aprobó el 5 de diciembre del 2017, por la la Resolución Directoral N° 020-2017. 3) Del informe médico se desprende que Fujimori solo presenta dolencias crónicas, pero nada que atente contra su vida o su salud de manera urgente o terminal. 4) Finalmente, el indulto concedido en el contexto de la vacancia nos indica que pesó más una negociación política que médica.

Son demasiados los indicios que tienden a confirmar la hipótesis de un indulto fraguado. No se puede tapar el sol con un dedo. “El ingenuo cree todo lo que le dicen…” (Pr 14:15). Debemos ser escépticos con el presidente en este punto.

2. “El gobierno de Fujimori contribuyó al progreso nacional”

PPK admite que el gobierno de Fujimori “incurrió en violaciones significativa a la ley, la democracia y los derechos humanos”, pero que sin embargo su gobierno “contribuyó al progreso nacional”. ¿No es esto contradictorio? Lo es, pero como esta forma de pensar es compartida por muchos peruanos debemos hacer un esfuerzo por descubrir en dónde radica la contradicción.

Por un lado, tras esta frase de PPK existe una manera particular de valorar la política: se asume que en ella hay errores, pero lo que importa, finalmente, son los resultados. Se trata de una manera elegante de decir : “el fin justifica los medios”. Los errores de Fujimori, sin embargo, no fueron meros errores de gestión de gobierno: fueron atentados contra la dignidad humana y la institucionalidad democrática. Se trata de un gobierno que rebasó los límites básicos para una convivencia pacífica. La lógica respaldada por el presidente dice lo siguiente: “acabemos con el terrorismo, pero para asegurarnos no importa si nos bajamos a algunos inocentes”, “tenemos que facilitar la emisión de la leyes, por ello no importa si nos bajamos el Congreso”, “hay que evadir las críticas, mejor compremos a la prensa y a los políticos”, “hay que mejorar el mercado laboral, entonces despidamos masivamente a los trabajadores, etc., etc.”. Se trata de una visión inmoral de la política en la que, como dijo el mismísimo Fujimori desde prisión, “para hacer una tortilla hay que romper algunos huevos”. De esta manera se impide la posibilidad realista que todos los peruanos y peruanas deberíamos buscar y construir: la existencia de una política íntegra, en la que el poder está subordinado a la ética.

Por otro lado, PPK manifiesta una singular manera de entender el progreso humano. Debemos interpretar que seguramente por “progreso” se refiere a la economía peruana, la cual, a partir de Fujimori, se liberalizó y ha generado beneficios al país. Sin embargo, ¿el progreso económico puede equipararse al progreso humano? Tal es la visión de la política que nos propone PPK. ¿Debíamos esperar algo más de un político que se ha enriquecido con sospechosas actuaciones políticas y empresariales (el escándalo del BCR, de la Brea y Pariñas y, ahora, con Westcapital)? La política es más que la economía y si los peruanos albergamos un mínimo respeto por la vida humana no deberíamos asumir una concepción tan pobre del progreso.

Creer a PPK en este punto es, en el fondo, estar de acuerdo con una particular concepción sobre la política y sobre el progreso humano. ¿Es esta particular forma de pensar la que queremos que impere en nuestro país?, desde la perspectiva evangélica, ¿hace justicia este tipo de política a nuestras creencias?

3. “El indulto a Fujimori es un acto de reconciliación, democrático y justo”

PPK reveló algo nuevo en su discurso. No solo indultó a Fujimori alegando únicamente razones humanitarias. Hubo algo más. Con el indulto PPK nos invita a “pasar la página”, nos invita a procurar “la reconciliación”, al punto de decirnos que los verdaderos demócratas son los que avalan el indulto a Fujimori. Como es evidente, PPK toma una posición ideológica en este punto, en línea con el clásico discurso del fujimorismo. Su invitación es atractiva y seductora, sí, pero debemos examinarla. ¿Qué tipo de reconciliación es la que nos propone PPK?

Esta es la pregunta a la que los peruanos debemos dar una respuesta consciente, en aras de la paz. Los ex terroristas, miembros del Movadef, dicen que se debe liberar a Abimael Guzmán, porque así se alcanzará la paz y la reconciliación nacional. Los fujimoristas tienen un discurso similar, solo que lo aplican a su líder. Más allá de las diferencias o similitudes, ambas concepciones de la reconciliación coinciden en un punto: perdonar significa olvidar. “Pasemos la página”, “olvidémonos de todo”, “así tendremos paz”, es lo que dicen o parecen decir.

Pero el olvido es sinónimo de impunidad, es lavarse las manos de la responsabilidad para con las víctimas de la violencia política. Si hacemos honor a la verdad y a la memoria histórica de nuestro país, debemos dejar de ver la época de la violencia política como una guerra entre los buenos (conducidos por el estado fujimoristas) y los malos (los terroristas), sino que debemos verla como un enfrentamiento en el que el Estado, en su legítimo esfuerzo por combatir el fundamentalismo terrorista, cometió excesos, los que fueron usados para justificar el abuso del poder. Tal es la interpretación realista de la política que el simple olvido desea que ignoremos. La verdadera reconciliación, sin embargo, está basada en la justicia y la reparación a las víctimas. 

Sin justicia no hay paz. La paz es el efecto de la justicia (Is 32:17). El perdón no es olvido, sino que implica la memoria. Es restaurar las relaciones a pesar de la memoria, a sabiendas de ella, para que no se repita el daño. El perdón implica reparación (Lv 6:4; Lc 19:8,9). No hay perdón sin arrepentimiento (Lc 17:3) ¿Y cuándo hay arrepentimiento? cuando hay afán por disculparse, indignación, temor, anhelo, preocupación, ¡disposición para ver que se haga justicia! (2 Co 7:11)

La reconciliación a la que nos invita el Presidente no mide las consecuencias éticas y políticas para el país: el legado que se está dejando es el de construir la política sobre la base del olvido y la impunidad. ¿Este es el destino que queremos construir?

4. “Mi decisión es mi decisión”

La más básica noción de una democracia es que esta emana del pueblo. Ningún acto político, pues, pasa por la decisión o el capricho de un solo hombre. Por supuesto que, en el Perú, la idea de un mesías o caudillo que nos traerá la liberación nacional y que sabe lo que es mejor para nosotros es muy tentadora, y se explica debido a las tendencias autoritaristas de nuestra cultura.

Tal vez PPK tomó ventaja de ello y recurrió a una triste frase: “mi decisión (…) es mi decisión”. Y es que hay quienes dicen que el indulto es una potestad exclusiva del Presidente de la República, como diciendo que nada ni nadie puede cuestionarlo en este asunto. La autoridad se asume, así, como un principio sagrado. ¡Nada más equivocado e incompatible con el espíritu de la democracia!

Debemos partir del principio de que, en una democracia, el poder siempre debe estar sujeto a controles jurídicos, pero sobre todo –y esto me parece un principio ético fundamental-, el poder siempre debe estar sujeto a la razón. El Tribunal Constitucional ha hablado de ello reiteradamente en su jurisprudencia al referirse al "principio de interdicción de la arbitrariedad", pero la idea es simple de entender: el poder debe controlarse y para ello debe respetarse la ley. La autoridad no hace la ley, es al revés. Si el indulto es seriamente cuestionado, es porque se cuestiona su legalidad. Este hecho pretende ser tapado por PPK apelando a su autoridad como presidente.

Desde el mundo evangélico, lamentablemente aún se mantienen interpretaciones muy literalistas (por ejemplo, de Ro 13:1,2) que terminan abogando por el sometimiento acrítico a lo que diga la autoridad, sin tomar en cuenta que los contextos han cambiado (ahora vivimos en una democracia y ya no en un régimen imperial) y que el principal deber de un creyente es su fidelidad a principios como la justicia, la verdad, el amor y la paz. La obediencia a la autoridad, sin embargo, no debe reprimir nuestra racionalidad y nuestro discernimiento sobre la justicia.

5. Los jóvenes que marchan lo hacen apasionadamente y motivados por el odio

Si hay un estereotipo muy común hacia los jóvenes, en una cultura tan adultocéntrica como la nuestra, es la de ligar lo juvenil al apasionamiento, la ligereza o la torpeza. ¿Por qué en lugar de generalizar, no asumir que en las manifestaciones de anoche hubo jóvenes informados, críticos, pacíficos y no energúmenos movidos por la violencia y el odio?

Pero la generalización no solo comprende a los jóvenes, sino a quienes cuestionamos la visión política del fujimorismo: se nos califica como odiadores, no como seres pensantes capaces de discernir el bien del mal.

Hay personas movidas por el odio, sí, pero es iluso pensar que este siempre se encuentra selectivamente en el bando de quien no está de acuerdo con uno. No podemos hablar por todos los críticos del fujimorismo, pero sí podemos decir que muchos de los que calificamos a Fujimori como dictador lo hacemos con argumentos y capacidad de escucha y diálogo.

Los peruanos estamos siendo convocados hoy por los acontecimientos a tomar una postura moral y política sobre lo que ocurre. Asimismo, los evangélicos, estamos llamados por el evangelio a no confundir la paz y la justicia con las negociaciones o treguas políticas. Siempre se nos ha caracterizado por mantener una postura en favor de la vida humana: ¿no es el indulto una afrenta a la vida de los peruanos y peruanas que sufrieron las consecuencias de un régimen autoritario incapaz de respetar sus derechos?


Nota importante:

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