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¿Dios creerá en Keiko?: Por qué Evangélicos Políticos Siguen Apoyándola a pesar de Odebrecht

Publicado: 2017-11-16


Escribe: Guillermo Flores Borda

En sus declaraciones públicas, Keiko Fujimori ha mostrado reacciones autoritarias al tratar con el gobierno, ha emitido opiniones contradictorias ante públicos distintos (su apoyo a la unión civil en Harvard, pero su oposición a ésta en Perú), no ha sabido explicar cómo pagó sus estudios en Estados Unidos u obtuvo los fondos utilizados durante su campaña, fue la primera dama de una dictadura de la que no se ha deslindado claramente y, sujeto a lo que determinen las autoridades, habría mentido respecto de su vinculación con Odebrecht. Sin embargo, de cinco “congresistas evangélicos”, tres actualmente son de su bancada (Juan Carlos Gonzáles, Tamar Arimborgo, Glider Ushñahua), uno lo fue antes (Julio Rosas) y otro postuló al gobierno regional con su partido (Moisés Guía).

Horas antes que los reporteros del Diario El Comercio dieran a conocer que Marcelo Odebrecht habría confirmado que sí financió la campaña presidencial de Keiko del año 2011, dos congresistas evangélicos salieron en su defensa.

Tamar Arimborgo, ex pastora y autodeclarada “activista contra la imposición de la ideología de género”, señaló: “#SeCayóLaMentira una vez más KEIKO y FP victoriosos (…) a ver si prensa y sus empleadores, esta vez informan con la VERDAD (…)”. Por su lado, Juan Carlos Gonzáles, ex pastor de Agua Viva que infirió que los homosexuales eran los culpables del diluvio descrito en Génesis, mencionó: “la verdad siempre sale a la luz, MO confirma que nuestra lideresa @KeikoFujimori nunca recibió nada de empresas corruptas (…)”.

Si bien existen dos versiones respecto de lo declarado por Marcelo Odebrecht, una según el abogado de Keiko y otra según los periodistas de El Comercio, ¿por qué ambos congresistas evangélicos optan por aceptar sin reparos la versión del abogado de una persona investigada en lugar de analizar la versión de diversos medios de prensa? 

¿Por qué continuar apoyando a un político cuestionado a riesgo de afectar su propia reputación moral y el testimonio colectivo de toda la comunidad evangélica? La respuesta tiene que ver más con su particular forma de entender la fe cristiana que con ser fujimorista.

En Juan 11:45-57, se desarrolla la historia del complot organizado por los líderes religiosos (y políticos) de los judíos para matar a Jesús, luego que éste resucitara a su amigo Lázaro. Cuando reportan el milagro a los principales sacerdotes y fariseos, éstos concluyen que, si no impiden que Jesús siga realizando señales y milagros, el pueblo creerá que Jesús es el Mesías, intentará hacerlo rey (lo que ya habían intentado antes - y a lo que Jesús ya se había opuesto - en Juan 6:15) y, como resultado, “vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación”. Entonces Caifás, el sumo sacerdote, les dijo “nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca”.

Aunque para los fariseos era evidente que Jesús no pretendía coronarse “rey de los judíos” ni había cometido maldad alguna, para ellos era preferible sacrificar a un inocente y continuar bajo un gobierno romano que ellos mismos consideraban corrupto en lugar de ver destruido su concepto de “nación”. Una santidad bíblica verdadera hubiera llevado a los fariseos a darse cuenta, como al pastor Martin Luther King Jr., que “medios destructivos no pueden llevar a fines constructivos”, en lugar de adoptar una ética maquiavélica bajo la cual un fin presuntamente “bueno” justifica tanto alianzas como medios inmorales.

Hoy, de manera similar, nuestros políticos evangélicos no cuentan con una ética cristiana producto de un profundo conocimiento teológico, sino una ética farisaica guiada por su necesidad de preservar su propio concepto cultural de “nación cristiana”. Una ética basada en las opiniones extremistas de Agustín Laje, en lugar de las reflexiones teológicas de Reinhold Niebhur.

La visión de “nación cristiana” que buscan preservar está basada en una postura ideológica (porque ya ha sido desacreditada como posición teológica) llamada “dominionismo”, la cual busca instaurar una nación gobernada por cristianos bajo una interpretación literalista de pasajes bíblicos.

Bajo esta visión, la arena política es el lugar en que se desarrolla una “guerra espiritual” en que tropas de ángeles y demonios luchan diariamente. Cualquier elemento de juicio que se oponga a los conceptos culturales que pretenden preservar no es visto sólo como una posición distinta, sino como una opinión diábolica por naturaleza. Lo que en realidad son simples denuncias periodísticas terminan siendo interpretadas como “ataques del enemigo”.

Bajo el convencimiento de que la prensa no es más que una herramienta del propio Satanás, la mayoría de evangélicos dominionistas simplemente no creerán las denuncias.

Desechado por los académicos y teólogos y vilipendiado por la prensa, la historia del dominionismo es la historia del fujimorismo, cuyos simpatizantes se sienten marginados en una cultura que ellos consideran que ya no refleja su ideal de “nación cristiana”. Son empáticos con Keiko porque sienten que ambos han sido objeto de ataque en la esfera pública, muchas veces por los mismos oponentes.

Para aquellos evangélicos que creen estar en medio de una gran batalla por la identidad cultural del Perú, la pregunta no es si Keiko cree en Dios o en su causa, sino si ella peleará su “guerra cultural” por ellos, como si fuera más importante poner a su paladín en el poder que asegurarse si éste vive una vida moralmente sólida. Estos no consideran que traicionen sus propios principios al apoyar a Keiko abiertamente sin importar su pasado, abrazando las palabras de Oscar Wilde: “así como todo pecador tiene un futuro, todo santo tiene un pasado”. Para ellos, este dilema ético no es algo ajeno: en los cultos dominicales, se recuerda como Dios utilizó a David y Salomón enfatizando sus “victorias espirituales”, pero cuestionando poco su inmoralidad humana.

“Será corrupto, pero al menos no es de izquierda”, pareciese ser el grito de guerra.

Es difícil sostener que el cristianismo está bajo ataque, en un país en que la Constitución brinda derechos a la Iglesia Católica, existen leyes de protección a la libertad religiosa, hay exenciones tributarias para iglesias y tenemos varios católicos conservadores y ex pastores al interior del Congreso (muchos más que los pocos dos congresistas homosexuales). Para ellos, el “cristianismo” está bajo el ataque de la academia, los medios de prensa y ONGs que “quieren desaparecer a Dios de la esfera pública”.

Sin embargo, lo que en realidad está siendo cuestionado no es el cristianismo en sí, porque el debate público no ha estado enfocado en la deidad de Cristo, la trinidad de Dios o la inerrancia de la Palabra. Lo que viene siendo criticado, incluso por evangélicos como los que escribimos en El Profeta, es su visión dominionista que busca imponer estándares bíblicos a una sociedad que no ha asumido un compromiso con Dios, dificultando aún más nuestra predicación del Evangelio y pervirtiendo la ética cristiana sin importar el costo moral.

Lo que ellos erradamente entienden como “nación cristiana” no es más que una dictadura farisaica en la que presuntos fines morales pueden ser logrados mediante alianzas moralmente cuestionables, bajo la falsa presunción que “Dios está de su lado”. Dios no está del lado de nadie, sino del lado de Su propia justicia.

Bien dijo el teólogo Reinhold Niebhur al señalar que “la tendencia de reclamar a Dios como un aliado de nuestros valores y fines políticos es la fuente de todo fanatismo religioso”. Fue así con Jesús en Israel, y es así con nosotros ahora.

Nota importante:

Quienes escribimos en el blog "El Profeta" somos evangélicos que emitimos nuestras opiniones según nuestras libertades de opinión, expresión y conciencia. Nuestra voz no representa al mundo evangélico ni a ninguna iglesia en particular.


Escrito por

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Un grupo de evangélicos comprometidos con la justicia y misericordia de Dios en la esfera pública


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El Profeta

Un blog dirigido por cristianos comprometidos con la justicia de Dios en la esfera pública. Otra iglesia, sociedad y política son posibles